viernes, junio 27, 2008

Al borde de un Affair




Una aventura sin sexo puede ser un viaje fascinante a través de los sentidos. El problema es cuando éste se acaba: al aterrizar en la realidad puedes convertir un amor platónico en 'affair' de verdad.Ya conocemos esa emoción: en cuanto ves al interfecto tu corazón se dispara, las manos te sudan, parece que te vas a derretir. El momento clave es cuando sus miradas se cruzan; definitivo, te estás enamorando. Sólo hay un pequeño problema: él tiene pareja... y tú también.


Yo me enamoré así una vez. Bueno, para ser franca no fue exactamente en el amor en donde caí. Sucumbí ante el encanto de su sonrisa; su mirada llena de vida me hizo evocar una cama con sábanas arrugadas. Trabajábamos juntos y él a veces me rozaba sutilmente el cuello, o lo descubría mirándome desde la puerta. A veces comíamos juntos o tomábamos la copa después del trabajo. Yo me pasaba horas soñando que desayunábamos juntos en un hotel en medio del campo, en camas con dosel. O que íbamos en un convertible rojo a toda velocidad con Eric Clapton en el estéreo. Definitivamente no teníamos un affair pero estábamos a punto. Disfrutábamos sus trastornos (adrenalina, el agujero en el estómago, las mariposas revoloteando), todo esto sin complejo de culpa. Tampoco teníamos relaciones sexuales. Era perfecto.



Sí, ideal porque yo era completamente feliz con mi pareja. Bueno, corrijo, no completamente porque si no ni me hubiera percatado de la existencia de ese otro sujeto. Quizá estaba un poco aburrida y esta aventura sin sexo era inofensiva. Porque, la verdad, ¿prefieres pasarte la hora de la comida haciendo el súper, o sentada en un cafecito muy chic con un compañero que te hace sentir como reina? Además, puedes decirle lo que quieras de tu vida, y él te creerá. Estás viviendo una ilusión romántica, muy romántica, y sólo importan esas dos personas mientras ríen de tonterías.

Gracias a este pseudo affaire, tras mucho tiempo de interpretar los roles: Compañera de , Amiga de, novia de, hija de, me sentía yo misma de nuevo. Encima de todo, este hombre me decía lo maravillosa que era y lo bien que hacía mi trabajo; esto definitivamente me subía la moral de seducción. Y eso no es todo; de repente te das cuenta de que pasas todo el día pensando en sexo. Pues sí: te has encaprichado con ese sujeto y toda la energía tiene que ir a algún lado, ¿no crees? Así es como la idea del sexo diario recupera su lugar en tu agenda, aunque el nombre de tu hombre no esté anotado inmediatamente después.

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