Carta desde el Espacio
Hace rato que vivo en la Luna. Es un lugar bastante agradable. Cálido y pacífico, pero solitario. Después de un tiempo, uno se acostumbra. Es como todo. ¿Cómo llegué allí? Es una larga historia. Tan larga que uno debe recorrerla en avión o transatlántico. Pero bien, ahora saltaré partes, con un invento especial, basado en avanzar a través de años luz, fabricado por un espacial científico amigo, vecino del planeta Urano, llamado Galileo Galilei. Vamos al principio de lo importante, para resumir. El tema es que a mí, me gustaba mucho comer carne; milanesas, asado, achuras, carnes blancas, rojas, hepatíticas amarillas, o las verdes no maduras. No le hacía asco a nada. Ahora bien, jamás se me iba a ocurrir pensar, en la vida en vida de esos sabrosos animales, hasta cierto día. Saltemos una gran parte de historia, y situémonos en ese mediodía en que almorzaba en una hermosa parrillita sobre la ruta, camino a las Sierras de Tandil. Disfrutaba mi napolitana con fritas plácidamente, cuando mordí un nervio que causó un gran dolor en mi encía, como si se hubiera incrustado adrede entre mis dientes y braycer. Con gran dificultad, ya que se me hacía difícil morder bocado, traté de no prestarle atención y decidí dar otro mordisco a mi sabrosa porción. Pero el intento fue fallido, ya que en el instante en que mi boca se acercaba a la carne, todos los nervios en su conjunto comenzaron a sublevarse, a salirse de la milanesa como la serpiente saliendo de su cesta, al ritmo de una flauta hindú, y comenzaron a atacarme. Y eso no fue todo, inmediatamente, el ataque de nervios fue masivo. Los nervios de la carne de todos los demás platos, comenzaron a atacar a los comensales, causando un caos generalizado. Yo pude escapar ya que salí volando. Por eso es que fui la única sobreviviente de lo que hoy se conoce como, La Masacre en la Parrilla de la Ruta 666. Así fue que volando, con alguna que otra escala para descansar, es que llegué a mi confortable hogar, la Luna, en donde no hay nervios que me ataquen debido a que únicamente me alimento de naturaleza bien muerta. Lo único que me molesta enormemente del espacio y sus leyes, es que deberían prohibir los anteojos para el sol, ya que cuando él los usa, aquí, en el otro hemisferio, nos congelamos, y hay que esperar varios días hasta que el hielo se derrita.